2 de febrero de 2015

Tendencias en economía (IV): la economía azul

Hace años que ha arraigado en nuestras conciencias la necesidad de preservar nuestro planeta Tierra para las generaciones futuras. Desde mediados de los años 70 distintos movimientos sociales fueron confluyendo en el Partido Verde alemán y luego en los verdes de otros países, que en poco el tiempo consiguieron sembrar en la sociedad europea una nueva conciencia ambiental. Esta mentalización ecológica hace que, en los países desarrollados, una buena parte de la población decida consumir productos sanos y naturales, productos verdes, tales como alimentos biológicos, energía solar, pinturas o jabones biodegradables.

Pero la realidad es que estos productos verdes, que son buenos para nuestra salud y para el medio ambiente, son caros y la mayor parte de la población no se puede permitir su consumo. Además, algunos productos verdes que consumimos no son tan buenos desde el punto de vista de sostenibilidad: el transporte a grandes distancias de alimentos ecológicos genera muchas emisiones de GEI, hay que pagar más impuestos para poder subvencionar la energía solar, los cultivos de aceite de palma en Indonesia como materia prima para fabricar jabones biodegradables en Europa arrasan la selva tropical...

Por lo tanto en la economía verde no siempre es oro todo lo que reluce. La economía verde resulta elitista por costosa -hay que pagar más por consumir productos verdes- y además divide a la sociedad -algunos están a favor y otros en contra. 

Como una alternativa más creativa a la economía verde, Gunter Pauli, un economista y empresario belga, en realidad un trotamundos, creó hace 20 años la Zero Emissions Research Initiative (ZERI) en Japón, con objeto de investigar formas de producir a base de los recursos que nos aporta la naturaleza y de generar menos o reutilizar subproductos, por medio de una red internacional de intercambio de ideas científicas. 

Estas ideas identificadas se han ido analizando en cuanto a su viabilidad en modelos de negocio. Para provocar cambios en la sociedad hacen falta modelos comprobados, y las 100 mejores ideas quedaron recogidas en el libro “La economía azul” (2010).

La economía azul busca que los emprendedores adopten una conciencia que persiga generar actividad económica emulando a los ecosistemas del planeta Tierra. Parte de una premisa sencilla: emplear el conocimiento acumulado durante millones de años por la naturaleza para alcanzar cada vez mayores niveles de eficiencia, respetando el medio ambiente y creando riqueza, y trasladar al mundo empresarial esta lógica de los ecosistemas.

La naturaleza ha evolucionado desde unas pocas especies hasta una rica biodiversidad. Las distintas ideas científicas surgen mirando alrededor y observando los recursos con que contamos. El agua, el aire y el suelo son bienes comunes, abundantes y accesibles para todos.

En la naturaleza existe la auto-regulación. Los nutrientes, los materiales y la energía siempre se reutilizan, se aprovechan al máximo. No hay residuos, cada subproducto es la base para la obtención de un nuevo producto, mediante procesos que no son lineales. Todo es degradable (dependiendo solo del tiempo) y todo está interconectado. Las soluciones naturales se basan más en la física que en la química, siendo las magnitudes decisivas la presión y la temperatura y las fuentes de energía la fuerza de la gravedad y la energía solar.


Por ejemplo, nuestra taza de café tan solo usa el 0,2% del café; el resto, el 99,8% lo podemos tirar o lo podemos emplear como sustrato para el cultivo de champiñones. Con esto se pueden alimentar animales, que producen estiércol. El estiércol lo podemos tirar al campo o lo podemos emplear para generar biogas, con el que satisfacer nuestras necesidades energéticas. 

Otro ejemplo: los cultivos de algodón para obtención de textil consumen el 25% del agua potable del mundo (además de terrenos fértiles). China produce el 32% del algodón del mundo y ha establecido un plan a 10 años para llegar a cero algodón, mediante fibras de algas sustitutivas.

En la manipulación de materiales aún tenemos mucho que aprender. El visionario científico estadounidense Amory Lovins afirma que tenemos tres formas de obtener material de construcción a partir de la caliza. La primera es cortarla en bloques. La segunda es calcinarla a alta temperatura para obtener cemento. Y la tercera es usarla como comida para las gallinas, ya que la cáscara de huevo, a igualdad de peso, es un material muy resistente.

La observación, el análisis y el intercambio de ideas en red permite generar alimentos, energía y puestos de trabajo. El uso exagerado del fuego y las grandes diferencias de temperatura que se aplican en procesos industriales está causando daños ambientales y escasez de recursos básicos, por lo que cualquier proceso alternativo es muy bienvenido. Esto se lo puede permitir cualquier persona con mentalidad emprendedora y, a diferencia de la economía verde, no divide a la sociedad.

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