16 de febrero de 2015

La figura del emprendedor

Los emprendedores son personas que se lanzan a la aventura de poner en marcha un proyecto empresarial. Los motivos que les impulsan son diversos (vocación, necesidad, etc). Ser emprendedor es una cuestión de aptitud personal (de capacidades) y una cuestión de actitud vital (visión, vocación). No es un camino fácil ya que hace falta mucho esfuerzo y trabajo diario, hay que renunciar a un empleo fijo y a las vacaciones remuneradas y hay elevadas probabilidades de fracaso (a los 10 años tan solo sobrevive el 30% de las nuevas iniciativas empresariales), pero si el intento sale bien puede suponer grandes gratificaciones.

El fomento de la cultura emprendedora es de gran importancia para el desarrollo económico de las regiones y para el crecimiento y la diversificación del sector privado. La cultura emprendedora contribuye a la formación de capital, a reducir la concentración de poderes económicos y a crear oportunidades de empleo y riqueza en la región.

¿Se nace con el espíritu emprendedor o se va haciendo a lo largo de la vida? Pues ambas cosas, ya que algo se lleva en los genes, pero sobre todo se acentúa o se difumina durante la educación. Los genes y la vocación son algo innato, y en cuanto a capacidades a lo largo de la vida todo se puede aprender (idiomas, finanzas, marketing, a investigar mercados, a innovar productos o procesos, a hacer un plan de negocio, a tomar decisiones, a gestionar riesgos…).

Y es que una empresa es un proyecto dinámico con riesgo permanente. A la empresa le caracteriza el riesgo y por asumir ese riesgo es lícito que la empresa aspire a lucrarse. Cualquier emprendedor debe tener muy claro el equilibrio entre lo que pretende conseguir y lo que está dispuesto a arriesgar para conseguirlo.

Si algo se puede imaginar se podrá lograr, aunque el empresario auténtico es quien lo hace, no quien lo sueña. Para poder llegar al éxito de una nueva iniciativa empresarial en primer lugar es preciso definir muy claramente lo que se pretende obtener, para luego pasar a la acción, revisando constantemente si lo que hacemos nos acerca o nos aleja de nuestros objetivos. Evidentemente hay que ser capaces de flexibilizar las acciones que nos lleven hacia nuestra meta final.

Algunas características comunes en muchos emprendedores son la pasión, la confianza, la autoestima, la iniciativa, la fe en sus ideales, la claridad de sus valores, la ética, la tolerancia al fracaso, la capacidad de aprendizaje, las ganas de trabajar, el saber escuchar, el sentido de oportunidad, el trabajo en equipo, el optimismo, la asertividad, el entusiasmo, la estrategia, la planificación, la acción, la paciencia, el tesón, la resolución (toma de decisiones), la determinación, el coraje, la energía, el dominio de la comunicación. Sin embargo, cada emprendedor y cada empresa tienen sus características propias.

Desde el punto de vista de imagen social, en algunos países (la cultura anglosajona y nórdica) tanto la figura del profesor como la del emprendedor están muy valoradas y son muy respetadas, pero en otros (la cultura latina) no es así.

Los países punteros en iniciativas empresariales son muy conscientes de que fueron los emprendedores quienes cambiaron su sociedad en el pasado y quienes han establecido las bases de la sociedad actual. Los emprendedores siempre han buscado el cambio, lo afrontan y lo consideran una oportunidad. En estos países, aparte del referente social, existe un ambiente propicio al emprendimiento y no tanto por las ayudas sino por la ausencia de trabas (sin burocracia excesiva, servicios de asesoría, acceso a la financiación).

La etapa educativa es fundamental para desarrollar el espíritu emprendedor, que quedará consolidado con la cultura de la sociedad donde la persona está inmersa. En algunas latitudes (California, Massachussets, Finlandia, Israel, Singapur o Taiwan) montar una empresa, crecer y financiar a nuevas iniciativas emprendedoras es un modelo social de éxito, el referente al que muchos estudiantes aspiran.

Pero en otras latitudes más cercanas abundan los estudiantes que al empezar la escuela quieren ser astronautas y al salir quieren ser funcionarios. Se prefiere la calidad de vida, un empleo fijo, un trabajo sin riesgos de mercado y un horario atractivo que permita conciliar el trabajo con la vida personal.

Sin embargo en todas partes existen muchos jóvenes con talento, motivación y buenas ideas, que además están dispuestos a trabajar con tesón y a asumir ciertos riesgos para hacerlas realidad. Para evitar que se vayan a desarrollarlas a otras regiones es preciso animarles a que establezcan sus empresas aquí. Y para ello son inevitables cambios de mentalidad por parte del resto de la sociedad, en línea con lo antes expuesto.

Hacen falta cambios en el sistema educativo, reducir la brecha que existe entre la Universidad y las salas de juntas de las empresas. Hay muchos jóvenes titulados que no pueden encontrar un trabajo, pero lo más triste es que lo que han aprendido en las aulas no les hace plantearse siquiera la posibilidad de crearse un trabajo para ellos mismos.

Además se necesita un impulso práctico (no teórico) al acceso a la financiación para nuevas iniciativas empresariales. Aparte de las fuentes clásicas (las 3F: family, friends and fools) hay que conjuntar e implicar a otras fuentes de financiación como fundaciones, entidades públicas, entidades financieras, business angels, fundraising o crowdfunding. Y una vez recibido este empujón inicial, el emprendedor debe tener claro que el buen dinero viene de los clientes, mientras que el mal dinero viene de los inversores.

En todas las regiones se necesita fomentar el emprendizaje y reconocer la figura de los empresarios por el bien de la sociedad del futuro. Uno de nuestros retos es no desperdiciar el potencial y la creatividad de nuestros jóvenes, personas inconformistas que con sus ideas más o menos locas van a cambiar el mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario