26 de junio de 2016

La economía circular aplicada a la edificación

La actividad del ser humano basada en la explotación y el uso intensivo de los recursos naturales es la causa de diversos impactos ambientales, como la contaminación de aguas, suelos y aire, el efecto invernadero y la generación de residuos.

El sector de la edificación es causante del orden del 40% del consumo de materias primas, del consumo de agua, de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y de los residuos generados. Debido a esta gran repercusión los gobiernos han publicado una serie de marcos normativos, de planes directores y de incentivos.

El concepto de economía circular tiene todo el sentido en el caso de productos de consumo de vida corta, pero no hay grandes referencias sobre la aplicación de estos criterios al caso de algo más complejo y duradero como un edificio.

La edificación  funciona claramente según un modelo de economía lineal. Los edificios son diseñados para una vida de, por ejemplo, 60 años, y en ocasiones pueden ser demolidos antes de este plazo, debido a intereses urbanísticos. En todo caso al derribarlo se genera un importante volumen de residuos de construcción y demolición (RCD) del que tan solo se recupera una parte. Por ejemplo, una viga de madera es triturada o empleada como combustible, el hormigón estructural se convierte en material no estructural e incluso materiales modulares como los ladrillos son machacados en vez de ser reaprovechados. Y el nuevo edificio construido en el mismo solar consume una buena cantidad de materias primas y materiales de construcción nuevos.

Este modelo lineal supone claramente un derroche absurdo y una falta de visión de futuro. El sector de la edificación tiene un elevado potencial de mejora dada su escasa innovación ambiental. Los análisis de ciclo de vida y los criterios cradle-to-cradle del arquitecto William McDonough, junto con la capacidad de innovación de muchos arquitectos inconformistas, nos deben ayudar a repensar cómo diseñar los edificios y tienen muchas ideas que aportar.  

En los últimos años, dentro del concepto de edificación sostenible, se está incidiendo en ecodiseño, en la selección de materiales y técnicas constructivas sostenibles, pero en general dentro del modelo de economía lineal. Resulta evidente que debe haber oportunidades para romper este círculo vicioso y poder ahorrar tiempo y dinero.

No obstante, la aplicación de los criterios de la economía circular a la edificación no es tan simple y directa como podría parecer. Los edificios son objetos mucho más complejos que la mayoría de los bienes de consumo y están formados por miles de componentes. Por lo tanto es preciso un planteamiento singular.

Recientemente se ha publicado un libro, escrito por David Cheshire y publicado por el Royal Institute of British Architects (RIBA), titulado Building revolutions (un juego de palabras que significa tanto revoluciones en los edificios como construyendo revoluciones). En esta obra se establecen algunos de los principios de la economía circular aplicados expresamente a la edificación, que se resumen en el siguiente gráfico:


Los tres círculos más pequeños se refieren a los edificios y muestran que la opción más eficiente es preservar los edificios existentes (retain), seguida de reparar (refit) y de rehabilitar más a fondo (refurbish).

Los tres círculos más grandes se refieren a los materiales de construcción, siendo lo prioritario el diseño de componentes que puedan ser recuperados / reutilizados, refabricados o reciclados / compostados, siendo su vertido la última opción.

Finalmente, los cinco segmentos muestran cinco principios del diseño de edificios asociados al concepto de economía circular:

- selección cuidadosa de materiales (ecodiseño)
- tener en cuenta la posibilidad de desmontaje para permitir la deconstrucción del edificio y la recuperación de componentes y materiales intactos durante su renovación o demolición
- tener en cuenta la adaptabilidad (edificios temporales, otros usos)
- evitar la generación de residuos, teniendo en cuenta todo el ciclo de vida del edificio (ecodeseño)
- construir en capas 

Uno de los principios clave que se plantea es el diseño para construir en capas. Este diseño considera que cada uno de los componentes principales del edifico (estructura, envolvente, servicios, distribución y decoración) es algo separado e independiente. Así, la estructura es el componente de mayor duración y es independiente de la envolvente (las fachadas y el tejado). Las redes de servicios constituyen una capa accesible, que se puede sustituir cuando sea necesario. La distribución (los huecos) y los accesorios y objetos decorativos son elementos de ciclo de vida corto, que se pueden cambiar a menudo.

La solución arquitectónica para los elementos de ciclo de vida corto es relativamente sencilla. Basta con emplear sistemas modulares o incluso alquilar al suministrador (en vez de comprar) los elementos constructivos, de forma que puedan ser sustituidos y devueltos para su refabricación o reutilización.

Lo más peliagudo es el criterio para los elementos de ciclo de vida más largo, como la estructura. Una posibilidad es diseñar estructuras robustas y adaptables. Otra posibilidad es admitir un ciclo de vida más corto para el edificio y diseñar su estructura teniendo en cuenta su desmontaje y reutilización.

El análisis está sujeto a diversos matices en cada caso y puede llevar a ideas muy interesantes que podrían hacer que los edificios y sus componentes puedan tener varias vidas e incluso pasar a ser un activo independiente de su emplazamiento, capaz de ser trasladado y adaptado según las necesidades cambiantes o las demandas del mercado.

Algunos ejemplos de referencia son edificios desmontables modulares, sin cimentaciones, edificios completamente desmontables capaces de sufrir varias metamorfosis  o reencarnaciones desmontando y reconstruyendo sus elementos constructivos, o un innovador parque empresarial con edificios adaptables y deconstruibles.

Queda un largo recorrido por recorrer para circularizar el sector de la edificación, pero el camino está marcado. No se trata de edificar menos, sino de edificar mejor, con una visión global y con la mirada puesta en el futuro. Se trata, en definitiva, de que los edificios no sean meros bienes de consumo, y de que también la edificación deje un legado positivo a las generaciones futuras.

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