4 de enero de 2016

La biofilia: recuperando nuestra relación con la naturaleza

Los seres humanos necesitamos del contacto con la naturaleza pero hemos construido nuestras ciudades y hemos organizado nuestras actividades de forma que sus impactos dañan a la naturaleza. Además nuestra forma de vida en las ciudades, entre muros de hormigón y autovías ruidosas, nos ha desconectado de la naturaleza.

Biofilia, que significa amor por lo vivo, es el título de un libro (1984) del biólogo Edward Osborne Wilson, que plantea la hipótesis de que existe un vínculo instintivo entre los seres humanos y el resto de seres vivos (animales y vegetales), por lo que el contacto con la naturaleza resulta esencial para el desarrollo psicológico de los seres humanos.

La mente y el cuerpo humano han ido evolucionando durante miles de años en un mundo biológico, no artificial o construido por el hombre. Nuestra inteligencia fue evolucionando para dar soporte a una vida en buena parte cazadora y agrícola. El cerebro humano se ha ido conformando en módulos dedicados al mundo viviente (las plantas, los animales, el agua, el espacio, la orientación, el tiempo cronológico, el tiempo meteorológico...). Los miles de años de contacto estrecho del homo sapiens con su entorno natural (bosques, montañas, ríos y mares) han dado como resultado en el ser humano la necesidad emocional de estar en contacto con la complejidad de la naturaleza, con animales y plantas, con quienes tenemos una afinidad innata. Esta necesidad, que está arraigada en nuestro genotipo, se ha dado en todas las culturas, en cualquier lugar del planeta. Según Wilson, satisfacer esta necesidad vital de contacto con seres vivos es tan importante como satisfacer otras necesidades humanas, como relacionarnos con otras personas.

Entre los seres humanos esta biofilia ha evolucionado culturalmente, manifestándose en una serie de valores biofílicos:


Sin embargo estos valores biofílicos son tendencias biológicas débiles, y para desarrollarse convenientemente necesitan un adecuado aprendizaje, una experiencia suficiente y recurrente y refuerzos sociales y culturales.

En línea con la hipótesis de E. O. Wilson en los EEUU han surgido unos cuantos pensadores e investigadores biofílicos. Las tendencias recientes en arquitectura verde han conseguido reducir el impacto ambiental del entorno construido, pero no se ha avanzado gran cosa en la recuperación del contacto del ser humano con la naturaleza.

La psicóloga ambiental norteamericana Judith Heerwagen tras investigar durante años las relaciones entre los edificios y el comportamiento de las personas, ha realizado un estudio sobre el valor psicológico de los puestos de trabajo en oficinas del gobierno federal estadounidense y sostiene que los puestos de trabajo enraizados con el mundo natural fomentan la creatividad. Critica que se ha dedicado más tiempo y esfuerzo creativo a estudiar hábitats naturales para los animales de un parque zoológico que en diseñar y crear espacios de trabajo confortables para los seres humanos.


El profesor Steffen Lehman, alemán afincado en Australia, es autor del libro The principles of green urbanism. Transforming the city for sustainability (2010), donde propone distintos modelos para un crecimiento urbano sostenible, basado en los principios del urbanismo verde, que representa en la siguiente rueda:


La amenaza del cambio climático nos lleva a la idea de una nueva generación de ciudades con cero emisiones de GEI, diseñadas con un criterio básico de eficiencia energética y ambiental y en las que se aplican nuevos conceptos en densificación y expansión urbana.

Por su parte el profesor emérito de Ecología Social en la Universidad de Yale Stephen R. Kellert ha investigado las relaciones entre la naturaleza y los seres humanos. Es autor -junto con la antes citada Judith Heerwagen- del libro Building for life y de la película Biophilic design: the architecture of life. En el documental se hace un recorrido por el pasado y los orígenes de la arquitectura en busca de la arquitectura de la vida. Se muestran ejemplos de edificios que consiguen conectar a sus ocupantes con la naturaleza: hospitales cuyos pacientes sanan mejor, escuelas cuyos alumnos obtienen mejores resultados académicos, oficinas cuyos empleados son más creativos y más productivos y ciudades y barrios en los que las personas saben más sobre sus vecinos y donde las familias crecen sanas. El trabajo de Kellert marca el camino para crear hábitats sanos y productivos donde vivan, aprendan o trabajen los seres humanos del siglo XXI.

Timothy Beatley es profesor de Comunidades Sostenibles en la Escuela de Arquitectura de la Univeridad de Virginia y autor del libro Biophilic cities: integrating nature into urban design and planning (2010), donde expone qué pasaría si incluso en el corazón de una ciudad densamente edificada las personas tuviesen encuentros significativos con la naturaleza. Los parques, el arbolado urbano y los tejados verdes son cada vez más apreciados por los servicios ambientales que nos proporcionan, no solo desde un punto de vista biofílico, sino que también nos facilitan experiencias que contribuyen a mejorar nuestra salud física y mental (elementos naturales en las zonas de juego infantil, adultos haciendo ejercicio en espacios naturales). Beatley es autor también del documental Nature of cities, que muestra a personas y ciudades de todo el mundo que creen que cuando más urbanizados estamos más debemos reclamar una parte esencial de nuestra humanidad: nuestra conexión con el entorno natural que nos rodea. El objetivo de la obra de Beatley es aumentar nuestra concienciación y nuestra comprensión de este movimiento biofílico, mientras exploramos la necesidad de movernos no solo hacia la sostenibilidad, sino también hacia un modo de vida regenerativo.

Por último, el periodista y escritor Richard Louv ha escrito diversos libros de ensayo sobre la sociedad actual y su falta de contacto con la naturaleza. En su libro Last child in the woods: saving our children from nature-deficit disorder (2005) relata las andanzas del último niño que sabía trepar a un árbol y describe el síndrome de falta de contacto con la naturaleza. Es de resaltar el testimonio de un niño estadounidense de 11 años que afirma que prefiere no jugar al aire libre en el recreo del colegio, sino en el pabellón cubierto porque en la calle no hay enchufes para cargar su smartphone. Poco después Louv fue el promotor de la red Children and nature, cuyo objetivo es que los niños sean capaces de recuperar los juegos en un espacio natural. Según Louv, tenemos tanta fe y estamos tan enganchados con la tecnología el tiempo que le dedicamos que nos aleja de la naturaleza. Es preciso un cambio para conseguir estar tan inmersos en la naturaleza como estamos inmersos en la tecnología, buscar un equilibrio entre lo virtual y lo real.

El mensaje que nos transmiten todos estos investigadores es que debemos recuperar la conexión entre el cuerpo, la mente y la naturaleza para mejorar nuestra salud física y mental.

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