17 de junio de 2016

La brecha digital

Durante los últimos 30 años, con los avances en informática y en telecomunicaciones ha surgido la llamada sociedad de la información y un nuevo y potente sector industrial, el sector de las tecnologías de información y comunicaciones (TIC). El funcionamiento de la economía se ha visto revolucionado por las TIC, muchos modelos de negocio se han visto redefinidos, las cadenas de suministro se han globalizado, el diseño y el propio concepto de lugar de trabajo se ha visto transformado. Pequeñas empresas recién creadas se han convertido en grandes imperios y algunos servicios públicos como la sanidad y la educación han experimentado grandes cambios.

El sector de las TIC es capaz de ofrecer a la sociedad de la información nuevos productos y servicios, basados en el acceso instantáneo a la información y al conocimiento, que afectan a casi todos los ámbitos de nuestras vidas y constituyen toda una innovación social, pues han transformado nuestra forma de pensar y de relacionarnos con los demás. Sin embargo, no toda la sociedad se beneficia del uso de las TIC. Los ordenadores e Internet son potentes herramientas para trabajar y para aprender, que requieren ciertas habilidades de memoria y de pensamiento abstracto. 

La verdad es que durante años el gran avance de Internet ha sido debido a las fuerzas del mercado, más interesadas en ofrecer contenidos y servicios de consumo que en atender las necesidades reales de información por parte los usuarios. 

Entre todas las desigualdades sociales que caracterizan a las economías desarrolladas ha surgido el concepto de brecha digital, que es la desigualdad que existe entre aquellas personas que pueden acceder a la información mediante las nuevas TIC y las que no. El psicólogo estadounidense Lloyd Morrisett -uno de los padres del programa de TV “barrio Sésamo”- fue el primero en emplear el término brecha digital (digital divide) a mediados de los años 90, para hacer referencia a la fractura que podría producirse en los EEUU entre ciudadanos "conectados" y "no conectados" por diferentes motivos, si no se superaban las serias diferencias entre territorios, razas y etnias, clases y géneros, mediante inversiones públicas en infraestructuras y mediante ayudas a la educación.

La definición más extendida de la brecha digital es la desigualdad que existe entre las personas que pueden acceder a la información mediante las nuevas TIC y las que no. Una primera brecha digital existe en relación a la posibilidad física de acceder a Internet. Además hay una segunda brecha digital en cuanto a las capacidades y habilidades de cada individuo, a saber usar Internet para acceder a información y a conocimientos. Y existe una tercera brecha digital en cuanto a la diferencia entre el conocimiento experto-científico y el conocimiento social-popular, con muchos internautas que huyen del primero y se contentan con el segundo, el que pulula en las redes sociales.


Existe una relación dinámica y dialéctica entre la brecha digital y otras brechas sociales. Se considera que la diferencia en el acceso a las tecnologías incrementará las diferencias sociales ya existentes. Es decir, que la brecha digital implicará más desarrollo para los países, regiones y personas con mejores oportunidades de acceso en detrimento de quienes tienen menos. Esta diferencia se hará evidente no solo entre países, sino también dentro de cada país, privilegiando a las poblaciones con mejores condiciones económicas, políticas, sociales y culturales. 

La Fundación Telefónica publica desde hace más de 15 años el informe anual sobre la sociedad de la información en España, en el que se reflejan los avances del sector de las TIC y se destaca el ritmo de evolución de las tecnologías digitales, mostrando un panorama optimista desde el punto de vista de la industria y la tecnología.

Una visión más pesimista desde el punto de vista de la sociedad es la mostrada en el estudio del sindicato UGT sobre la “desigualdad postergada” que analiza tres indicadores para determinar la situación de la brecha digital en España y su comparación con otros países de la UE:

- Hogares conectados a Internet: el 74% sí (el 26% no)
- Frecuencia de acceso a Internet: el 71% accede una o más veces por semana
- Otros indicadores compuestos

Según este estudio España, lastrada por un retraso secular en ciencia y tecnología, está en los puestos de cola en los tres indicadores, y en el cuarto lugar dentro de los cinco países más grandes (tras el Reino Unido, Alemania y Francia, y solo por delante de Italia). En 2014 un 23% de la población española no había accedido nuca a Internet. 

Dado que los avances en los últimos años son claramente insuficientes se corre el riesgo de la brecha digital convierta en un lastre para el progreso de la sociedad. El perfil de las personas con mayor riesgo de exclusión digital, dentro de un colectivo de más de 8 millones de personas, es: mujer, mayor de 55 años, con escasa formación académica, con renta baja y residente en un hábitat rural 

En toda Europa estamos muy avanzados en cuanto a nativos digitales y muy rezagados en un amplio colectivo en riesgo de exclusión. Las brechas digitales, aunque parezcan brechas tecnológicas son auténticas brechas sociales. La principal barrera para el acceso a Internet es la falta de interés, seguida de la falta de conocimiento (pese a ser conscientes de su importancia). Esta brecha tan solo se puede reducir a largo plazo, mediante inversiones públicas en infraestructuras y programas de formación.

Evidentemente el uso de las TIC es un asunto de actitud personal y de falta de cultura digital. El acceso a Internet no es difícil ni complicado de usar. Pero el 23% de la población no sabe lo que Internet representa ni qué aprovechamiento se puede hacer de sus contenidos.

En las empresas existen medios de acceso al mundo digital, pero no se aprovechan o no se ponen al acceso de los empleados. Tan solo un cuarto de las empresas ofrece formación y sólo un cuarto de los empleados ha recibido formación en el último año. Esto supone una clara paradoja con la supuesta búsqueda de profesionales con capacitación tecnológica. 

Y en cuanto a la relevancia futura de las TIC en el  entorno laboral, tan solo la mitad de los profesionales considera que sus conocimientos informáticos son suficientes para acceder a un nuevo puesto de trabajo. La cruda realidad es que un amplio colectivo de la masa laboral y social no se sabe usar las TIC, que no se dice que no se sabe y que se hace como que no se sabe que no saben… No se sabe emplear, no se saca provecho de las funcionalidades de smartphones, de tablets, de la domótica. Otro dato demoledor: la mayor parte del colectivo de desempleados con más de 55 años no emplea Internet para buscar trabajo, y así es casi imposible.

Sobre las estrategias necesarias para abordar la brecha digital se debiera partir de la sociedad que soñamos y no de la tecnología. Y una vez definido el sueño, el objetivo se debiera reflexionar sobre cómo las tecnologías pueden contribuir para alcanzarlo. Por ejemplo, se habla de la solidaridad digital como estrategia de reducción de desigualdades; sin embargo la reflexión debería estar centrada en cómo las tecnologías pueden apoyar la construcción de sociedades solidarias y qué condiciones requieren los grupos sociales en cuanto al uso de las TIC para llegar a esta aspiración. Este cambio de enfoque podrá transformar a su vez la comprensión de lo que es la brecha digital.

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