5 de agosto de 2015

Ruido urbano

El ruido es la manifestación más patente de los problemas ambientales del medio urbano y es uno de los factores urbanos que más perjudica la salud de los ciudadanos. Es el único impacto ambiental que solamente afecta al hombre y que solo nos afecta en el momento que se produce.

Físicamente no hay distinción entre sonido y ruido y, en general, el ruido se define como un sonido no deseado. La presencia o ausencia de ruido es un elemento clave en la calidad de vida de las ciudades. En las últimas décadas el nivel sonoro en los distintos espacios de nuestras ciudades ha aumentado hasta niveles insostenibles. 

Los urbanitas estamos expuestos a diversas fuentes de ruido: ruido ambiental, motivado por el tráfico urbano; ruido laboral, motivado por la actividad en el lugar de trabajo y ruido doméstico, motivado por los electrodomésticos. Y además en algunas zonas de las ciudades se suma el ruido emitido por las industrias. 

El ruido urbano tiene diversos efectos adversos sobre la salud de los ciudadanos: sobre la audición, sobre el sueño, sobre las funciones fisiológicas, sobre la salud mental, sobre el rendimiento laboral y escolar y sobre la conducta y los hábitos sociales.


El ruido se propaga en forma de ondas sonoras que se mueven por el aire o por medios sólidos y/o líquidos. Para atenuar esta propagación se han aplicado medidas para absorber o reflejar las ondas sonoras mediante barreras físicas. La propagación de las ondas sonoras es un fenómeno bastante complejo. Hay fuentes de ruido puntuales (el paso de una moto, de un tren o una verbena nocturna), que se atenúan en función de la distancia con distinta velocidad que las fuentes de ruido lineales (una autovía con tráfico intenso), cuyas molestias acústicas llegan más lejos. 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) lleva desde 1980 estudiando el ruido urbano y estima que más de la mitad de la población de la Unión Europea vive en zonas de gran contaminación sonora. Debido al ruido urbano los ciudadanos evitamos las calles y nos recluimos (por trabajo, ocio o residencia) en edificios. Nuestros hábitos ruidosos (más que en el norte de Europa, nuestra cultura del ocio está asociada a la agitación sonora), nuestras muchas fuentes de ruido y un aislamiento deficiente causan miles de conflictos cada día que afectan a la calidad de vida de los ciudadanos. 

Para paliar los efectos del ruido urbano, sobre todo el ruido debido al tráfico rodado en vías con tráfico intenso, se han probado diversas medidas. Hasta los 50 km/h el sonido del motor de un coche es mayor que el sonido de rodadura de sus neumáticos sobre el asfalto. La reducción de velocidad reduce el ruido del motor. A partir de los 50 km/h son necesarias otras medidas correctivas. Estas medidas consiguen resultados parciales, aunque de forma combinada (reducción de velocidad, asfalto sonoreductor, pantallas acústicas o incluso soterramiento de las vías rápidas) los efectos pueden llegar a ser notables. 

La principal vía de entrada del ruido en un edificio es a través de las ventanas exteriores y las puertas, aunque el ruido también se filtra a través de las paredes. En general nuestros edificios tienen carencias en cuanto a aislamiento (acústico y térmico). Un buen proyecto de rehabilitación, que incluya actuaciones sobre la envolvente, puede reducir el ruido y el consumo energético, aunque si el aislamiento es excesivo, puede incitar al uso de aire acondicionado (más consumo energético y más ruido).

Los habitantes de las ciudades estamos sometidos a multitud de artefactos ruidosos, tanto exteriores como interiores: tráfico rodado (coches y motocicletas), aparatos de ventilación y climatización, maquinaria de ascensores, maquinaria de obras, sirenas, bocinas, alarmas, aviones, recogida de residuos, crean un ruido de fondo (mayoritariamente debido a la circulación lejana de vehículos a motor). Nuestros oídos se han tenido que adaptar para sobrevivir.

Han proliferado las fuentes sonoras (la principal es sin duda el tráfico) y los espacios públicos, afectados por el ruido, han ido perdiendo su función de espacio de relación social. Sin espacios libres de ruidos no hay vida ciudadana equilibrada. En algunas ciudades como Bilbao se están creando islas sonoras, espacios públicos de calidad con atenuación de ruidos empleando árboles o especies vegetales adecuadas y con la escucha de sonidos agradables.

La lucha contra el ruido urbano es complicada. Los ciudadanos y las administraciones municipales pueden actuar, pero hay muchos condicionantes que limitan el efecto de las medidas correctivas.

En la recuperación de los espacios públicos uno de los objetivos debe ser el incremento de la diversidad sonora. Para atajar el problema del ruido urbano hay que ir al problema de raíz, al tráfico rodado en las ciudades y limitar el uso del automóvil particular en las ciudades, así como fomentar el vehículo eléctrico.

La reducción del ruido urbano nos permitirá pasar de la cultura de la agitación (sonora y en otros ámbitos) a la cultura de la calma.

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